domingo, 20 de noviembre de 2011

EL HOBBIT: EL VIAJE, UNA VEZ MÁS (4)

La partida



La decisión es dolorosa, pues implica el desprenderse sin más de la complicada red de afectos desordenados que se ha convertido ya en una segunda naturaleza para el hobbit. Este debe cambiar sus hábitos, diría un escolástico. La partida, pues, es una ruptura drástica:
Hasta el final de sus días Bilbo no alcanzó a recordar cómo se encontró fuera, sin sombrero, bastón, o dinero, o cualquiera de las cosas que acostumbraba llevar cuando salía, dejando el segundo desayuno a medio terminar, casi sin lavarse la cara, y poniendo las llaves en manos de Gandalf, corriendo callejón abajo tanto como se lo permitían los pies peludos, dejando atrás el Gran Molino, cruzando el río, y continuando así durante una milla o más. Resoplando llegó a Delagua cuando empezaban a sonar las once, ¡y descubrió que se había venido sin pañuelo! (p.40)
Desde ese momento no dejará de extrañar Bilbo las comodidades de su vida anterior. En incontables ocasiones lo encontraremos pensando en términos tales como:
"Cómo quisiera estar en mi confortable agujero, al amor de la lumbre, y con la marmita que ha empezado a silbar." (p.42)
Sin embargo, a cambio de aquellos pequeños placeres, que ya iban tejiendo una verdadera cárcel y que pronto dejarían incluso de ser agradables para volverse obsesiones, Bilbo accede a un mundo superior. Entre otras cosas, va a encontrarse de un modo más íntimo con los elfos, frente a los que experimenta la típica sensación de lo «horrendo y fascinante», característica de lo «sagrado»:
Le gustaban los elfos, aunque rara vez tropezaba con ellos, pero al mismo tiempo lo asustaban un poco (p.59).
En contacto con los elfos, la nostalgia de absoluto se despierta de modo más acuciante. La casa de Elrond es un enclave «celeste» en medio de la profanidad, es un espacio sacro donde se vive un reflejo particularmente vivo de la eternidad. Como los apóstoles en el Tabor, Bilbo comprueba "qué bien se está aquí", y, al igual que ellos, querría quedarse en ese lugar y en ese estado.
Bilbo se hubiese quedado allí con gusto para siempre, incluso suponiendo que un deseo hubiera podido transportarlo sin problemas directamente de vuelta al agujero-hobbit. (p-61)
Pero no era Rivendell -como tampoco el Tabor- algo definitivo, sino un alto para recuperar fuerzas y para pregustar el término, antes de mayores pruebas. El camino continuaba.

(Continuará...)

jueves, 10 de noviembre de 2011

EL HOBBIT: EL VIAJE, UNA VEZ MÁS (3)



La situación inicial



Bilbo vive -y es acompañado en esto por toda la Comarca- una situación engañosa de falsa seguridad. Considera su bienestar como un derecho adquirido e incuestionable, y se ha transformado en un artista del buen vivir, sin estridencias -al menos para las pautas vigentes en su medio social- pero sin descuidar detalle. El narrador nos lo muestra desde el comienzo del relato, al describirnos su morada, donde la comodidad está erigida en el centro en torno al cual gira su vida. Así nos dice del "agujero" en que vive:
[...] era un agujero-hobbit, y eso significa comodidad (p. 11)8.
Los intereses del hobbit se dirigen principalmente a la comida y la ropa. Se trata de gozar sin prodigarse en esfuerzos:
Nada de subir escaleras para el hobbit: dormitorios, cuartos de baño, bodegas, despensas (muchas), armarios (habitaciones enteras dedicadas a ropa), cocinas, comedores, se encontraban en la misma planta, y en verdad en el mismo pasillo, (p.ll)
Las cosas a las que se apega Bilbo no son ilícitas en sí. Pero hay un afecto desordenado, que debe corregirse. El mismo no las aprecia como merecen. Al sobrevalorarlas, las pierde, pues no las posee plenamente. Sólo después de la prueba, a la vuelta del viaje, podrá extraer de ellas todo lo que pueden darle.
Igualmente notable es su relación con la comunidad. Bilbo se ha integrado totalmente en la sociedad pacata y «burguesa» de la Comarca, que ha dejado caer en el olvido las virtudes heroicas y que ha cortado de modo casi imperceptible pero efectivo los vínculos con lo sacro (representado en la novela por Gandalf y el mundo de los elfos). Se ha conformado según su medio social, con el que teme desentonar, y en el cual los héroes resultan algo embarazoso y molesto. Los valores respetables son la riqueza, claro está, y un comportamiento previsible:
Los Bolsón habían vivido en las cercanías de La Colina desde hacía muchísimo tiempo, y la gente los consideraba muy respetables, no sólo porque casi todos eran ricos, sino también porque nunca tenían ninguna aventura ni hacían algo inesperado: uno podía saber lo que diría un Bolsón acerca de cualquier asunto sin necesidad de preguntárselo (pp.11-12).
No sorprende, por lo tanto, la réplica de Bilbo al requerimiento de Gandalf, que amenaza y pone en cuestión el orden ficticio, tan laboriosamente construido, con el que los hobbits protegen, paradójicamente, su presunta sencillez. No hay impugnaciones de fondo; se trata de cosas que perturban el universo vital cerrado y mezquino de lo cotidiano:
En estos lugares somos gente sencilla y tranquila y no estamos acostumbrados a las aventuras. ¡Cosas desagradables, molestas e incómodas que retrasan la cena! (p.14)
Pero Bilbo no es un perverso. Tolkien ve con indulgencia estas debilidades, y las pinta con simpatía. Además, en este mundo aparentemente tan cerrado y protegido, hay grietas por donde el viento del espíritu puede filtrarse. Es "el costado Tuk" del "señor Bolsón". La insatisfacción con todo lo que no sea el Absoluto para el que fuimos creados, ese desasosiego que tan bien describiera San Agustín -para no nombrar sino un autor entre tantísimos- y que nos impide conformarnos con menos, late en los entresijos del alma del hobbit, y se manifiesta por su "amor a los mapas", por ejemplo. Bilbo es sensible a la belleza, tanto natural como artística. Y esto es peligroso para la «estabilidad» burguesa:
[...] el señor Bolsón no era tan prosaico como él mismo creía (p.15)
No es por casualidad el rapto de entusiasmo que lo embarga luego de oír la canción de los enanos:
Mientras cantaban, el hobbit sintió dentro de él el amor de las cosas hermosas hechas a mano con ingenio y magia; un amor fiero y celoso, el deseo de los corazones de los enanos. Entonces algo de los Tuk renació en él: deseó salir y ver las montañas enormes, y oír los pinos y las cascadas, y explorar las cavernas, y llevar una espada en vez de un bastón, (p.25)
Es Gandalf quien desencadena el proceso liberador. Es el instrumento de la Providencia, que ve más allá de las apariencias y no se queda en el aspecto superficial que ofrece la personalidad de Bilbo. El puede ver al Bilbo real, y así es que advierte a los enanos:
"Hay mucho más en él de lo que imagináis y mucho más de lo que él mismo se imagina." (p.29)
Gandalf ve más lejos y más hondo que los enanos, y más aun, por supuesto, que el propio Bilbo. Es por sus ojos que vemos nosotros el estado de postración en que se debate la Comarca, cerrada para lo sacro y lo heroico. El trataba de encontrar un héroe, o un guerrero poderoso. Pero no los podría hallar en aquel clima de tranquila y alegre irresponsabilidad:
"Intenté conseguir uno; pero los guerreros están todos ocupados luchando entre ellos en tierras lejanas, y en esta vecindad los héroes son escasos, o al menos no se los encuentra. Las espadas están aquí casi todas embotadas, las hachas se utilizan para cortar árboles y los escudos como cunas o cubre fuentes; y para comodidad de todos, los dragones están muy lejos (y de ahí que sean legendarios)." (p.32)
Pero la acción mediadora de Gandalf pondrá fin a este estado de cosas. Dragones, espadas y escudos cobrarán inesperada realidad para Bilbo, que podrá finalmente colmar sus apetencias más recónditas, a las que hasta entonces ha logrado sofocar y mantener anestesiadas. El hobbit alcanzará su identidad profunda. Pero para ello deberá partir.

Nota:
8             hobbit, Buenos Aires, Minotauro, 1984. Traducción de Manuel Figueroa. La indicación de página va en el cuerpo principal. Los subrayados son nuestros.
(Continuará...)

martes, 1 de noviembre de 2011

EL HOBBIT: EL VIAJE, UNA VEZ MÁS (2)


Un crecer en nobleza

           
                Constituye ya un tópico de la crítica decir que El Hobbit trata del "crecimiento" o "maduración" del personaje. Así, por ejemplo, para K. Crabbe, "Desde el punto de vista temático, The Hobbit tiene que ver ante todo con una madurez en crecimiento" 1 J. Nitzsche se referirá a la obra como "A story about growing up or maturation"2, mientras que desde su perspectiva férreamente psicoanalítica afirmará R. Helms que "TheHobbit is so frankly about growing up" 3.
                Por su parte, el mismo Tolkien aludirá posteriormente a la obra destacando su propia visión de la misma. Uno de sus juicios más rotundos es el que puede leerse en una carta que escribiera a Rayner Unwyn, a fines de 1965:
                La historia y su secuela no son sobre «tipos» ni sobre la cura de la presunción burguesa mediante una experiencia más vasta, sino sobre las hazañas de individuos que han recibido gracias y dones especiales. Yo diría, si el decir tales cosas no malograra lo que se trata de explicitar, «por individuos escogidos, inspirados y guiados por un Emisario hacia fines que exceden su capacidad y educación individuales». Esto está claro en El Señor de los Anillos; pero está presente, aunque velado, en El Hobbit desde el principio, y a esto se alude en las últimas palabras de Gandalf4.
                Se trata pues de un crecimiento, por cierto, pero entendido de un modo muy determinado: el personaje debe cumplir una misión muy por encima de sus propias fuerzas, acatando los designios de la Providencia, y al hacerlo sirve al bien común. También aquí vemos que Tolkien integra la gran tradición literaria de Occidente. Se cumple de modo acabado en El Hobbit lo que A. Várvaro dice a propósito del ciclo artúrico:
                [...] la preocupación por resolver en beneficio colectivo la aventura individual del protagonista de la novela es un fenómeno constante en la literatura medieval. [...] La hazaña del héroe es algo absolutamente personal, irrenunciable y sin posibilidad de ser compartido con otros, pero su resultado no es gratuito, no tiende sólo a acrecentar de forma egoísta la gloria personal; además de esto adquiere una dimensión significativa más profunda en cuanto contribuye a restablecer una situación de armonía 5.
Otra carta de Tolkien arroja abundante luz sobre la cuestión. Lamentando ciertas intervenciones del «narrador adulto» en supuesto beneficio de un público infantil, actitud condescendiente que tiene que ver con la génesis concreta de la novela, dice:
                 El tono y estilo en general diferentes de El Hobbit se deben, en cuanto a su génesis, a que lo tomé como un asunto del gran ciclo susceptible de ser tratado como «cuento de hadas», para chicos. Algunos detalles de tono y tratamiento están, pienso ahora, equivocados, incluso sobre tal base. Pero no desearía cambiar mucho. Pues en efecto este es un estudio del simple hombre ordinario, ni artístico ni noble y heroico (pero no sin las semillas latentes de estas cosas) destacado contra un marco elevado -y de hecho (como lo percibió un crítico)- el tono y el estilo cambian con el desarrollo del hobbit, pasando desde el cuento de hadas a lo noble y elevado y volviendo a descender con el regreso 6.
                 Un estudio del hombre ordinario, simple, no particularmente dotado como artista ni como héroe, al menos a simple vista. Pero allí están las "semillas". En todo hombre hay vocación a lo grande y noble. El cristiano que es Tolkien comprende muy bien que somos un "pueblo de reyes". Las capacidades dormidas despiertan por obra del toque de la Gracia, que busca no la muerte sino la plenitud de la naturaleza, el total desarrollo de aquellas "semillas". Bilbo es el hombre común que se ennoblece, tema que era muy caro a Tolkien:
                 Hay por supuesto ciertas cosas y temas que me conmueven especialmente. Las interrelaciones entre el «noble» y el «simple» (o común, vulgar), por ejemplo. Encuentro especialmente con-movedor el ennoblecimiento del humilde 7.
                 Ese hombre vulgar, librado a la inercia de su vida más o menos próspera, malograría el designio divino que alienta en lo más íntimo de su ser. Como la cizaña de la parábola, la comodidad y la buena consideración del "mundo" ahogarían la buena simiente. Enredado entre tantas cosas, no necesariamente malas todas ellas en sí mismas, Bilbo se frustraría. Le era preciso ser arrancado, con cierto grado de violencia, y que se despojara de todo aquello, no para perderlo para siempre, sino para recuperarlo después transfigurado, para valorarlo en su justa medida. Bilbo necesitaba renunciar para poseer, abando¬nar para retomar, perder su vida para encontrarla. Y el modo de hacerlo fue, en su caso, el viaje.
               Iremos pues acompañando a Bilbo en su caminar, atentos más bien a lo que va ocurriendo en el espíritu del hobbit.

(Continuará...)
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Notas:
 
1             CRABBE, Katharyn F. J.R.R.Tolkien. México, FCE, 1983, pp.48-49.
2             NITZSCHE, Jean. Tolkien's Art. London and Basingtoke, Macmillan, 1979, p.31.
3             HELMS, Randel, Tolkien's World. London, Thames and Hudson, 1974, p.49,
4             Letters of J.R.R. Tolkien. A selection edited by Humphrey Carpenter with the assistance of Christopher Tolkien. London, George Allen & Unwin, 1981, p.365. La traducción es nuestra.
5             VARV ARO, Alberto. Literatura Románica de la Edad Media. Barcelona, Edit. Ariel, 1983, pp.314-315.
6             En carta a Milton Waldnian, en 1951; Letters, p. 159. El subrayado es nuestro.
7             En carta a la Houghton Mifflin Co., del 30-6-55; Letters, p.220.