jueves, 10 de noviembre de 2011
EL HOBBIT: EL VIAJE, UNA VEZ MÁS (3)
La situación inicial
Bilbo vive -y es acompañado en esto por toda la Comarca- una situación engañosa de falsa seguridad. Considera su bienestar como un derecho adquirido e incuestionable, y se ha transformado en un artista del buen vivir, sin estridencias -al menos para las pautas vigentes en su medio social- pero sin descuidar detalle. El narrador nos lo muestra desde el comienzo del relato, al describirnos su morada, donde la comodidad está erigida en el centro en torno al cual gira su vida. Así nos dice del "agujero" en que vive:
[...] era un agujero-hobbit, y eso significa comodidad (p. 11)8.
Los intereses del hobbit se dirigen principalmente a la comida y la ropa. Se trata de gozar sin prodigarse en esfuerzos:
Nada de subir escaleras para el hobbit: dormitorios, cuartos de baño, bodegas, despensas (muchas), armarios (habitaciones enteras dedicadas a ropa), cocinas, comedores, se encontraban en la misma planta, y en verdad en el mismo pasillo, (p.ll)
Las cosas a las que se apega Bilbo no son ilícitas en sí. Pero hay un afecto desordenado, que debe corregirse. El mismo no las aprecia como merecen. Al sobrevalorarlas, las pierde, pues no las posee plenamente. Sólo después de la prueba, a la vuelta del viaje, podrá extraer de ellas todo lo que pueden darle.
Igualmente notable es su relación con la comunidad. Bilbo se ha integrado totalmente en la sociedad pacata y «burguesa» de la Comarca, que ha dejado caer en el olvido las virtudes heroicas y que ha cortado de modo casi imperceptible pero efectivo los vínculos con lo sacro (representado en la novela por Gandalf y el mundo de los elfos). Se ha conformado según su medio social, con el que teme desentonar, y en el cual los héroes resultan algo embarazoso y molesto. Los valores respetables son la riqueza, claro está, y un comportamiento previsible:
Los Bolsón habían vivido en las cercanías de La Colina desde hacía muchísimo tiempo, y la gente los consideraba muy respetables, no sólo porque casi todos eran ricos, sino también porque nunca tenían ninguna aventura ni hacían algo inesperado: uno podía saber lo que diría un Bolsón acerca de cualquier asunto sin necesidad de preguntárselo (pp.11-12).
No sorprende, por lo tanto, la réplica de Bilbo al requerimiento de Gandalf, que amenaza y pone en cuestión el orden ficticio, tan laboriosamente construido, con el que los hobbits protegen, paradójicamente, su presunta sencillez. No hay impugnaciones de fondo; se trata de cosas que perturban el universo vital cerrado y mezquino de lo cotidiano:
En estos lugares somos gente sencilla y tranquila y no estamos acostumbrados a las aventuras. ¡Cosas desagradables, molestas e incómodas que retrasan la cena! (p.14)
Pero Bilbo no es un perverso. Tolkien ve con indulgencia estas debilidades, y las pinta con simpatía. Además, en este mundo aparentemente tan cerrado y protegido, hay grietas por donde el viento del espíritu puede filtrarse. Es "el costado Tuk" del "señor Bolsón". La insatisfacción con todo lo que no sea el Absoluto para el que fuimos creados, ese desasosiego que tan bien describiera San Agustín -para no nombrar sino un autor entre tantísimos- y que nos impide conformarnos con menos, late en los entresijos del alma del hobbit, y se manifiesta por su "amor a los mapas", por ejemplo. Bilbo es sensible a la belleza, tanto natural como artística. Y esto es peligroso para la «estabilidad» burguesa:
[...] el señor Bolsón no era tan prosaico como él mismo creía (p.15)
No es por casualidad el rapto de entusiasmo que lo embarga luego de oír la canción de los enanos:
Mientras cantaban, el hobbit sintió dentro de él el amor de las cosas hermosas hechas a mano con ingenio y magia; un amor fiero y celoso, el deseo de los corazones de los enanos. Entonces algo de los Tuk renació en él: deseó salir y ver las montañas enormes, y oír los pinos y las cascadas, y explorar las cavernas, y llevar una espada en vez de un bastón, (p.25)
Es Gandalf quien desencadena el proceso liberador. Es el instrumento de la Providencia, que ve más allá de las apariencias y no se queda en el aspecto superficial que ofrece la personalidad de Bilbo. El puede ver al Bilbo real, y así es que advierte a los enanos:
"Hay mucho más en él de lo que imagináis y mucho más de lo que él mismo se imagina." (p.29)
Gandalf ve más lejos y más hondo que los enanos, y más aun, por supuesto, que el propio Bilbo. Es por sus ojos que vemos nosotros el estado de postración en que se debate la Comarca, cerrada para lo sacro y lo heroico. El trataba de encontrar un héroe, o un guerrero poderoso. Pero no los podría hallar en aquel clima de tranquila y alegre irresponsabilidad:
"Intenté conseguir uno; pero los guerreros están todos ocupados luchando entre ellos en tierras lejanas, y en esta vecindad los héroes son escasos, o al menos no se los encuentra. Las espadas están aquí casi todas embotadas, las hachas se utilizan para cortar árboles y los escudos como cunas o cubre fuentes; y para comodidad de todos, los dragones están muy lejos (y de ahí que sean legendarios)." (p.32)
Pero la acción mediadora de Gandalf pondrá fin a este estado de cosas. Dragones, espadas y escudos cobrarán inesperada realidad para Bilbo, que podrá finalmente colmar sus apetencias más recónditas, a las que hasta entonces ha logrado sofocar y mantener anestesiadas. El hobbit alcanzará su identidad profunda. Pero para ello deberá partir.
Nota:
8 hobbit, Buenos Aires, Minotauro, 1984. Traducción de Manuel Figueroa. La indicación de página va en el cuerpo principal. Los subrayados son nuestros.
(Continuará...)
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