lunes, 17 de septiembre de 2012
EL HOBBIT: EL VIAJE, UNA VEZ MÁS (6)
A punto de morir, el enano
Thorin sintetiza las virtudes del hobbit, reconociendo que incluso sus defectos
no eran sino excesos de rasgos temperamentales que, debidamente encauzados,
pueden dar buen fruto:
-¡No! -dijo Thorin-. Hay en ti muchas virtudes que tú mismo ignoras,
hijo del bondadoso Oeste. Algo de coraje y algo de sabiduría, mezclados con
mesura. Si muchos de nosotros dieran más valor a la comida, la alegría y las
canciones que al oro atesorado, este sería un mundo más feliz, (p.300)
Nos encontramos con un Bilbo
que ha echado de sí el pesado lastre de las solicitaciones mundanas, que se ha
desasido. Pero lo perdido se recupera doblado. No conservó sus pañuelos, pero
no le faltan, pues nada menos que Elrond se encargará de prestarle lo que
necesite. Un pañuelo élfico bien vale la molestia.
Se enjugaba el rostro con un pañuelo de seda roja -¡no!, no había
conservado uno solo de los suyos, y éste se lo había prestado Elrond- (p.311)
Como Ulises, ese grande y
paradigmático viajero de nuestra tradición, Bilbo retorna a su tierra renovado.
Como en la Odisea obraban Atenea y Mentor, en El Hobbit actuaron Gandalf y
Elrond. Y así como en Itaca estaban los pretendientes, en la Comarca los
Saco-villa-Bolsón aspiran a quedarse con los bienes de Bilbo. El hobbit llega
en medio de una subasta donde se rematan sus cosas. Los «pretendientes» ya se
consideran dueños de casa.
Los primos de Bilbo, los Sacovilla Bolsón, estaban muy atareados
midiendo las habitaciones para ver sí podrían meter allí sus propios muebles.
En síntesis: Bilbo había sido declarado «presuntamente muerto», y no todos
lamentaron que la presunción fuera falsa. [...] En realidad, [sus primos]
habían pensado mucho tiempo en mudarse a aquel agradable agujero-hobbit.
(pp.212-313)
Bilbo no se preocupará más
allá de lo necesario. Su visión de las cosas ha cambiado. Tuvo que volver a
comprar muchas de sus cosas, para evitar problemas, e incluso perdió algunas de
sus cucharas de plata. Y no solo eso. Perdió su «buen nombre» mundano, la respetabilidad
burguesa, la consideración de la gente «bienpensante». Pero en realidad, ganó
con todo ello mucho más de lo que hubiera podido imaginar.
Sin embargo, Bilbo había
perdido más que cucharas: había perdido su reputación. Es cierto que tuvo desde
entonces la amistad de los elfos y el respeto de los enanos, magos y todas esas
gentes que alguna vez pasaban por aquel camino. Pero ya nunca fue del todo respetable.
En realidad todos los hobbits próximos lo consideraron «raro», excepto los
sobrinos y sobrinas de la rama Tuk; aunque los padres de estos jóvenes no los
animaban a cultivar la amistad de Bilbo.
Lamento decir que no le
importaba. Se sentía muy contento; y el sonido de la marmita sobre el hogar era
mucho más musical de lo que había sido antes, incluso en aquellos días
tranquilos anteriores a la Tertulia Inesperada. La espada la colgó sobre la repisa
de la chimenea. La cota de malla fue colocada sobre una plataforma en el
vestíbulo (hasta que la prestó a un museo). El oro y la plata los gastó en
generosos presentes, tanto útiles como extravagantes, lo que explica hasta
cierto punto el afecto de los sobrinos y sobrinas.
El anillo mágico lo guardó muy
en secreto, pues ahora lo usaba sobre todo cuando licuaban visitas indeseables.
Se dedico a escribir poemas y a visitar a los elfos; y aunque muchos
meneaban la cabeza y se tocaban la frente, y decían: -¡Pobre viejo Bolsón!-, y
pocos creían en las historias que a veces contaba, se sintió muy feliz, hasta
el fin de sus días, que fueron extraordinariamente largos, (pp.313-314)
(Continuará...)
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1 comentario:
Genial! Me encanto esta frase:Si muchos de nosotros dieran más valor a la comida, la alegría y las canciones que al oro atesorado, este sería un mundo más feliz...
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