lunes, 29 de septiembre de 2008

Acerca de la Verdad de los mitos.


MITOPOEIA: Poema de JRR Tolkien sobre la verdad de los mitos.

En una reunión, C. S. Lewis preguntó si los escritores de cuentos se dedicaban a "dorar mentiras". Para responder, Tolkien compuso un poema llamado Mitopoeia, en que Filomito responde a Misomito sobre la acusación de contar "mentiras a través de plata".
La pregunta de Lewis señalaba simplemente lo que muchos piensan. La fantasía les parece peligrosa porque hace trucos y combinaciones, como si un mago quisiera cambiar la realidad o engañarnos. Una actividad así sería ilegítima y antinatural. Ante la desconfianza, Tolkien asegura que esta forma de creatividad es natural en el hombre. No destruye su capacidad de comprender la realidad, sino que la mejora; es incluso una poderosa aliada de la sabiduría. "Una de las enseñanzas de los cuentos... (si es que puede hablarse de enseñanza en las cosas que no la imparten) es que a la juventud inexperta, abúlica y engreída, el peligro, el dolor y el aleteo de la muerte suelen proporcionarle dignidad y hasta en ciertos casos sentido común". Por supuesto, Tolkien también era consciente del peligro a que conducen los excesos y no dudó en advertir contra ellos; a la fantasía se la puede utilizar mal y aplicar a fines perversos, puede confundir las mentes de las que procede. Si en lugar de ayudar a conocer mejor la realidad, la imaginación la obstruyera, la fantasía como tal moriría y quedaría sólo un enfermizo engaño. Por eso el escritor debe esforzarse por labrar su obra en la consistencia interna que sólo da la verdad.

A aquel que dice que los mitos son mentiras, y por tanto sin valor, aun dichos «a través de plata».




Filomito a Misomito

Miras los árboles y así los denominas,

(los árboles son árboles y «creciendo» es «crecer»);

caminas por la tierra y recorres solenmne

uno de los globos menores del Espacio:

una estrella es una estrella; materia en una bola

obligada a seguir un curso matemático

entre lo regimentado, lo frío, lo inane,

donde átomos destinados son heridos a cada momento.

Por mandato de una Voluntad que obedecemos

(como debemos), pero sólo oscuramente aprehendidos,

grandes procesos ocurren; el tiempo se desenvuelve

desde oscuros orígenes hasta metas inciertas;

como cuando en una página sobreescrita y sin clave

con letras y pinturas de variados matices,

una innúmera multitud de formas aparece,

algunas torvas, o débiles, o hermosas o raras,

extrañas entre ellas, excepto las emparentadas

con un remoto Origo, mosquitos, piedra y sol.

Dios hizo las rocas pétreas, las plantas arbóreas,

la tierra telúrica, los astros estelares,

las criaturas homúnculas que andan por la tierra

con nervios que el sonido y la luz estremecen.

Los movimientos del mar, el viento en las ramas,

la hierba verde, la lenta rareza de las vacas,

el trueno y el relámpago, pájaros que giran y gritan,

el barro que sale del barro a vivir y a morir,

todo debidamente registrado, imprimiendo

los pliegues cerebrales con marcas distintas.

Sin embargo los árboles no son «árboles» hasta que se los

[nombra y se los mira, y nunca así se los nombra hasta que aparecen

quienes despliegan el complicado aliento del lenguaje,

débil eco y oscura imagen del mundo,

pero ningún registro ni fotografía,

siendo adivinación, juicio y carcajada,

reproduce a aquel de agitado interior

por hondos movimientos admonitorios, emparentados

con la vida y la muerte de los árboles, las bestias, las estrellas:

cautivos libres que socavan barrotes de sombra,

extrayendo lo ya conocido de la experiencia

y apartando la vena del espíritu.

De ellos mismos sacan grandes poderes,

y mirando atrás contemplan a los elfos

que trabajan en las sutiles fosas de la mente,

y luz y oscuridad entretejidas en telares secretos.

No ve ninguna estrella quien no ve ante todo

hebras de plata viva que estallan de pronto

como flores en una canción antigua,

que el eco musical desde hace tiempo

persigue. No hay firmamento,

sólo un vacío, o una tienda enjoyada

tejida de mitos y adornada por elfos; y ninguna tierra,

sino la matriz de donde todo nace.

El corazón del hombre no está hecho de engaños,

y obtiene sabiduría del único que es Sabio,

y todavía lo invoca. Aunque ahora exiliado,

el hombre no se ha perdido ni del todo ha cambiado.

Quizá conozca la des-gracia, pero no ha sido destronado,

y aún lleva los harapos de su señorío,

el dominio del mundo con actos creativos:

y nunca adora al Gran Artefacto,

hombre, sub-creador, luz retractada

a través de quien se separa en fragmentos de Blanco

de numerosos matices y continuándose sin fin

en formas vivas que van de mente en mente.

Aunque hayamos puesto en los agujeros del mundo

ellos y duendes, aunque hayamos levantado

dioses y casas de la oscuridad y de la luz,

y sembrado la semilla del dragón, era nuestro derecho

(usado bien o mal). El derecho no ha decaído.

Aún seguimos la ley por la que fuimos creados.

¡Sí, hilamos sueños no realizados, engañando así

a nuestros tímidos corazones y demostrando el feo Hecho!

¿De dónde viene el deseo y el poder de soñar

y el de juzgar que algo es hermoso o feo?

No todos los deseos son ociosos, nunca en vano

ideamos cumplimientos, pues el dolor es el dolor,

no deseado por sí mismo, pero enfermo;

o reforzar o someter la voluntad

es torpeza, y del Mal sólo esto

es terriblemente cierto: hay Mal.

Benditos los corazones tímidos que el mal odia,

ese jilguero en la sombra y sin embargo la puerta cerrada;

que no buscan parlamento, en un cuarto guardado,

aunque pequeño y desnudo, sobre un rudo telar

hacen telas doradas para el día lejano

esperado y aceptado bajo la oscilación de las sombras.

Benditos los hombres de Noé que construyeron

las pequeñas arcas, aunque frágiles y con pocos viajeros,

y con vientos contraiios avanza. hacia un espectro,

el rumor de un puerto que la fe adivina.

Benditos los hacedores de leyendas con sus versos

sobre cosas que no se encuentran en los registros del tiempo.

No son ellos quienes olvidaron la Noche,

o nos invitan a gustar deleites organizados

en islas-loto de bendición económica

condenando a las almas a ganar un beso de Circe

(y como imitación, producido a máquina,

la falsa seducción del dos veces seducido).

Lejos vieron esas islas, unas más hermosas,

y aquellos que las oyen y las que han de tener cuidado.

Han visto la Muerte y la derrota última,

y no obstante no retrocederán desesperados,

pues a menudo han vuelto la hza a la victoria

y a amables corazones de fuego legendario,

iluminando Ahora y oscuros Días ¡dos

con luz de soles aún no vista por hombres.

Me gustaría poder cantar con los trovadores

y mover lo no visto con un golpe de cuerda.

Me gustaría estar con los marineros de los abismos

que cortan las delgadas planchas en faldas montañosas

y viajan en una misión vaga y errante,

pues muchos han ido más allá del fabuloso Oeste.

A los locos sitiados y a mí nos dirían

que en una fortaleza guardan el oro,

impuro y escaso, pero lealmente lo traen

para acuñar la borrosa imagen de un rey distante,

o tejer en telas fantásticas los brillantes

heráldicos emblemas de un señor invisible.

No caminaré con vuestros monos progresistas,

erecto y sabio. Ante ellos se abre

el abismo oscuro adonde el progreso lleva

si por misericordia de Dios el progreso termina,

y no deja de embarullar los mismos

cursos estériles cambiándolos de nombre.

No iré por ese camino llano y polvoriento,

indicando esto y aquello por esto y aquello,

Y-uestro mundo inmutable donde el pequeño hacedor

no participa del arte del hacedor.

No me someteré sin embargo a la Corona de Hierro

ni dejaré caer mi pequeño cetro dorado.

Quizá en el Paraíso el ojo se extravíe;

contemplando el Día imperecedero

viendo el día iluminado, renueva

de una verdad reflejada la imagen de la Verdad.

En seguida mirando la Tierra Bendecida

verá que todo es como es, y sin embargo libre.

La salvación no cambia ni destruye

ni el jardín ni al jardinero, los ni -nos o sus juguetes.

No verá el mal pues no hay mal

en los cuadros de Dios sino en el ojo malévolo,

no en la fuente sino en la elección maliciosa,

no en el sonido sino en la voz desentonada.

En el Paraíso ya no parecen fuera de lugar;

y aunque hacen cosas nuevas no hacen mentiras.

Y así seguirán, pues no están muertos,

y habrá llamas en las cabezas de los poetas

y arpas donde precisos caerán los dedos:

allí del Todo cada uno elegirá para siempre.



J.R.R. TOLKIEN



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