lunes, 8 de septiembre de 2008

Rescatando etrevistas...


"C S Lewis y J R R Tolkien: dos británicos piadosos".


En vísperas del estreno de la primera entrega de la versión fílmica de las Crónicas de Narnia, de C.S. Lewis, el diario La Tercera, de Santiago de Chile, publicó el siguiente reportaje sobre las relaciones entre Tolkien, Lewis y la religión, que realmente no tiene desperdicio alguno. El Ojo de la Eternidad lo reproduce a continuación:

C.S. Lewis y J.R.R. Tolkien: dos británicos piadosos.

El responsable de la saga de la Tierra Media convirtió al cristianismo en el artífice del mundo de Aslan -cuya adaptación al celuloide se estrena en Chile el 5 de enero-, pero no logró transformarlo en católico. Lewis se hizo anglicano y llegó a profesar un fervor más ruidoso que el de su mentor, quien se negó a escribir notas necrológicas en su honor.

Por Rodrigo González.

La leyenda dice que en una de las habituales reuniones del club de los Inklings en la Universidad de Oxford, John Ronal Reuel Tolkien pidió permiso para leer en voz alta algunos de sus nuevos textos. Fue en ese momento cuando su ilustre amigo Clive Staples Lewis no pudo contenerse y lanzó la siguiente expresión: "¡Oh no!, no otra maldita historia de elfos".

En honor a la verdad, y tal como constata Boyd Tonkin -editor literario del periódico The Independent-, la frase le perteneció a Hugo Dyson, profesor en la Universidad de Reading y otro insigne miembro de la cofradía amiga de los mitos escandinavos y de la cerveza en abundancia. Aún así, el hecho que durante mucho tiempo se le haya atribuido esta expresión a Lewis -en ese momento, el mejor amigo de Tolkien- no hace más que dar luces sobre la tempestuosa relación que unió a los autores de dos de las más populares sagas fantásticas del siglo XX.

Para iluminar el camino biográfico de ambos hay que recordar que C.S. Lewis (1898-1963) fue el responsable de Las Crónicas de Narnia (1950-1956) -además de un buen puñado de obras más adultas-, mientras que J.R.R. Tolkien (1892-1973) escribió El Señor de los Anillos (1954-1955), junto a El Hobbit y El Silmarillion.

Sus orígenes sociales no podían ser más diversos. Tolkien -inglés nacido en Sudáfrica- perdió a su padre a los tres años, a su madre a los 12 y se educó bajo la estrechez económica en Birmingham (Inglaterra). Lewis, en cambio, era un irlandés del norte de buena familia, nacido en Belfast y que durante su juventud asistió a diferentes colegios de calidad en toda Inglaterra. Al igual que Tolkien, sin embargo, quedó huérfano de madre a temprana edad y esta experiencia gravitó lo suficiente como para que, a los 13 años, dejara a un lado la fe.

El futuro autor de El Señor de los Anillos, en cambio, siempre consideró a su madre -nacida bautista, pero convertida al catolicismo- una suerte de "mártir de la fe". Por si fuera poco, Tolkien se educó bajo la estricta tutoría del padre Francis Xavier Morgan.

Desde la partida llama la atención que Lewis -quien pese a vivir en Inglaterra la mayor parte de su vida siempre fue un orgulloso y hasta chovinista hijo de Belfast- haya abrazado el anglicanismo, mientras que Tolkien -que rechazaba la expresión "británico" y sólo gustaba que lo calificaran de inglés- profesó un catolicismo muy excluyente. Estas diferencias, entre otras, serían las causas de las constantes crisis entre los dos miembros más ilustres de la cofradía de los Inklings.

La caminata y la conversión.

Fue en septiembre de 1931 que el mundo se iluminó para el no creyente C.S. Lewis, hasta entonces un reticente testigo de la fe y devoción católica de J.R.R. Tolkien. Durante una caminata que duró toda una noche en el Magdalen College de Oxford, Tolkien logró que Lewis abrazara el cristianismo. Aún así, Lewis manifestó siempre sus reservas hacia el dogmatismo de los católicos y optó por el anglicanismo, la religión de la Corona. Curiosa decisión en un irlandés de pura cepa.

Y si el autor de El Silmarillion fue el mentor religioso de Lewis, este último operó a cambio como el impulsor de las inclinaciones literarias de su camarada. Así es como Tolkien logró publicar El Hobbit en 1937, tras mil y un titubeos sobre la fortaleza de su prosa. Pero la sintonía entre ambos no duraría para siempre.

De acuerdo con Michael White, biógrafo de Tolkien, la distancia entre ambos se manifestaba ya cuando Lewis empezó a tener éxito con sus obras religiosas y hasta tuvo el "descaro" de llevar ante los Inklings a un escritor ajeno a Oxford. Tolkien -que según White era "un hombre muy celoso y extraordinariamente posesivo con sus amigos"- llegó a considerar que la obra de Lewis era "propaganda protestante".

En los años de la Segunda Guerra Mundial, el futuro autor de Las Crónicas de Narnia se transformó en un altisonante propagandista religioso, cuya gran tribuna fue la radio. El otrora antidogmático Lewis era ahora más radical que su iniciador religioso. Lo que terminó indignando a Lewis fue el matrimonio de su colega con la norteamericana Joy Gresham, una mujer liberal, de origen judío y con una fuerte personalidad.

El triste corolario de la amistad llegó el 22 de noviembre de 1963, cuando Lewis falleció a los 64 años. El mismo día asesinaron a John F. Kennedy y la muerte del autor pasó a un segundísimo plano en la cobertura mundial. El septuagenario Tolkien, resentido hasta el final, se negó a escribir cualquier nota necrológica y rechazó participar en un un libro en su honor.

El mentor había dejado de creer en su discípulo.

Las Crónicas de Narnia: la superproducción.

El 5 de enero llega a Chile Las Crónicas de Narnia: el León, la Bruja y el Ropero, superproducción de US$ 150 millones basada en el primer volumen publicado de la serie homónima de C.S. Lewis. De acuerdo al éxito en taquilla mundial que obtenga, la compañía Disney adaptará las seis partes restantes.

Esta cinta recrea la historia de los hermanos Pevensie, quienes durante la Segunda Guerra Mundial logran escapar de la cruel realidad a través de un misterioso armario. Los chicos -dos niños y dos niñas- ingresan al mundo fantástico de Narnia, una tierra poblada por faunos, hipogrifos y castores parlantes, entre otras criaturas. La gran villana es Jadis -encarnada en el filme por Tilda Swinton-, quien gobierna Narnia con mano de hierro y la somete al eterno invierno. Sólo la llegada del león Aslan -una especie de Mesías- traerá la libertad y la paz a este mundo paralelo.

Todos los episodios de Las Crónicas despliegan una simbología cristiana -a diferencia de El Señor de los Anillos- y su estilo narrativo es conciso y alegórico, lejos de las páginas y páginas de la épica de Tolkien. Contrariamente a la trilogía fílmica de Peter Jackson -donde los descendientes de Tolkien no quisieron intervenir-, la saga basada en Lewis cuenta con el absoluto apoyo de la familia del escritor. Cuestión curiosa, pues el escritor manifestó su rechazo a una versión cinematográfica, considerando que un intento de este tipo sería "una payasada" y, en el peor de los casos, "una blasfemia".


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